9.1.11

ZIPI

Mi gato Zipi murió ayer. Llevaba un par de días enfermo, a mi me avisaron con una llama telefónica porque yo estaba de viaje, pero por como lo describían no parecía demasiado grave. Llamé a mi novio para que cuidara una tarde de él. Lo hizo bien. A la mañana siguiente, volvió para cuidarle... me temo que ya no era necesario.
Él me llamo, me dijo que murió. Yo rompí a llorar. Esa misma tarde llegaba a Madrid, y deseaba cuidarlo, sacarlo adelante una vez más, pero llegué unas horas tarde y no me pude despedir.

El otro día mi novio, hace ya dos semanas, me regaló un ramo de tulipanes amarillos. Me encantaron, eran bien bonitos.
También hace una semana estaba en una barbacoa, disfrutando de la carne y el pescado con mi familia.

El ser humano es un animal absurdo e idiota.
Llora y se siente vacío cuando pierde a su animal de compañía, pero mata a diario para alimentarse, y eso no le supone ninguna tristeza.
Y eso no es lo peor, porque podríais salirme con el rollo de las cadenas tróficas, lo peor es que me alegré y disfruté con el ramo de tulipanes... cuando esos tulipanes murieron, los mataron, para mi... para mi disfrute visual. No para comer.

De todos modos, aún reconociendo lo imbécil y torpe que soy como ser humano, sigo sintiendo que una parte de mi ha muerto con él.
Él me quitó el miedo, de pequeña, a la oscuridad por la noches, ya que se acurrucaba junto a mi.
Ayer, cuando me acosté, volví a sentir miedo. El mismo miedo a la oscuridad que cuando era pequeña, pero ahora teniendo 17 años. Él no estaba, y cómo iba a imaginarme yo que seguía teniéndole miedo a la oscuridad. Dios.

Hoy he recorrido todas las habitaciones de la casa, todas tienen pelos suyos, pero el ha dejado de existir. Sobre la cama, las sillas, el sofá, los cojines... aún permanecen sus pelos. También me da miedo que se vayan. No quiero que dejen de estar.

Ahora no oigo sus uñitas al pasearse por los pasillos de parquet, y también siento miedo, y me siento sola, desprotegida.

No está, y se me hace imposible. Ya no oigo su maullido ni su ronroneo, ni tampoco está su calor.

También estaba junto a mi cuando lloraba, y cuando quería estar sola. Su presencia nunca estorbaba, era él quien debía de estar.

Ahora me da miedo lo rápido que el mundo olvida. Él existió, durante ocho años, desde que yo era una niña de nueve añitos. Él existió, y tenía su particular forma de ser y expresarse. Sus manías y sus rincones de la casa. Ahora, porque mi familia y yo sabemos que ha existido, pero qué queda en el mundo de él.
Ha dejado de existir.
Sé que quedan fotos y vídeos, y aún por algunas semanas quedarán sus pelos en la casa. Pero después qué.
No era solo un gato, era el animal que convivió conmigo y me dio seguridad y compañía desde pequeña. Me ayudó a desahogarme y me dejó que llorara. Estaba. Estaba ahí.

Era mi gatito Zipi, y no podré dejar de quererle nunca.

Descansa en paz. Te echaré de menos.














1 comentario:

  1. Vaya...Lo siento mucho peque. Entiendo lo que sientes, o más o menos. Mi gato se puso enfermo y casi se muere no hace mucho, y si, la verdad es que se hacen un buen hueco en el corazón. Bueno, al menos tendría una buena vida gatuna ¿no? :)
    Jaja Un besito preciosa, que sales muy guapa en la foto de dos entradas encima de esta!
    Muac!

    ResponderEliminar

Sensaciones que revolotean en mi mente