Hecha un ovillo en la cama y con la mejilla derecha sobre la almohada, llora. Está sola, literalmente. No hay nadie en casa y ya es tarde, pero no hay ni el más mínimo movimiento en la casa.
-Joder, nunca están cuando tienen que estar. Nunca están.
Temblando, más por sufrimiento que por frío, se ahoga con las lágrimas y seca sus mocos frotándose con las manos.
Intenta hacer el mínimo ruido. Solo desea que llegue alguien, y espera ansiosa el ruido de la puerta. Necesita que alguien entre en su habitación y pase a darle las buenas noches. Lleva muchas horas sola y aún es muy niña.
Muchas horas cada día, pero hoy más que nunca, se siente realmente sola.
-Tengo que tranquilizarme, sé que mi familia me quiere, sé que se preocupan por mi.
Pero a pesar de tratar de engañarse, sabe que nunca están. Los que dicen quererla nunca están.
Sigue temblando y tiritando, y no consigue dejar de llorar. Ya ha mojado buena parte de la almohada.
-¿Por qué, papá? ¿Por qué nunca estás en casa? ¿Por qué siempre trabajas y consideras que tu trabajo es lo más importante? ¿Por qué no te paras a pensar en que tu hija te necesita? ¿Por qué no tienes tiempo para tonterías como yo?
No deja de hacerse preguntas, y se siente sola, enfadada, impotente, vulnerable... El llanto no cesa.
Su saliva ya es espesa, más bien moco, y le cuesta respirar; también se le han taponado las fosas nasales.
Intenta quedarse dormida. Solo quiere olvidar y descansar. Pero su conciencia no deja de reprocharle todo cuanto puede hacerle daño.
Rompe, rompe a llorar. Ahora sí, grita. Grita fuerte contra la almohada y trata de desahogarse. Llora, llora y llora. Se estira y trata de descargar toda la energía posible con bruscos cambios de postura, hasta que se queda sin fuerza y sin aliento.
El llanto continúa, pero ahora solo episódicamente.
Poco a poco va relajándose, y su alama agitada comienza a descansar sobre el cuerpo.
Se eleva y, se queda dormida.
-Joder, nunca están cuando tienen que estar. Nunca están.
Temblando, más por sufrimiento que por frío, se ahoga con las lágrimas y seca sus mocos frotándose con las manos.
Intenta hacer el mínimo ruido. Solo desea que llegue alguien, y espera ansiosa el ruido de la puerta. Necesita que alguien entre en su habitación y pase a darle las buenas noches. Lleva muchas horas sola y aún es muy niña.
Muchas horas cada día, pero hoy más que nunca, se siente realmente sola.
-Tengo que tranquilizarme, sé que mi familia me quiere, sé que se preocupan por mi.
Pero a pesar de tratar de engañarse, sabe que nunca están. Los que dicen quererla nunca están.
Sigue temblando y tiritando, y no consigue dejar de llorar. Ya ha mojado buena parte de la almohada.
-¿Por qué, papá? ¿Por qué nunca estás en casa? ¿Por qué siempre trabajas y consideras que tu trabajo es lo más importante? ¿Por qué no te paras a pensar en que tu hija te necesita? ¿Por qué no tienes tiempo para tonterías como yo?
No deja de hacerse preguntas, y se siente sola, enfadada, impotente, vulnerable... El llanto no cesa.
Su saliva ya es espesa, más bien moco, y le cuesta respirar; también se le han taponado las fosas nasales.
Intenta quedarse dormida. Solo quiere olvidar y descansar. Pero su conciencia no deja de reprocharle todo cuanto puede hacerle daño.
Rompe, rompe a llorar. Ahora sí, grita. Grita fuerte contra la almohada y trata de desahogarse. Llora, llora y llora. Se estira y trata de descargar toda la energía posible con bruscos cambios de postura, hasta que se queda sin fuerza y sin aliento.
El llanto continúa, pero ahora solo episódicamente.
Poco a poco va relajándose, y su alama agitada comienza a descansar sobre el cuerpo.
Se eleva y, se queda dormida.
¿Por qué las partículas que flotan en el aire de la habitación se llenan de maldad, odio, y soledad?
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Sensaciones que revolotean en mi mente