Mi experiencia en Senegal ha sido la mejor experiencia que he tenido en mi vida. Ha sido sin lugar a dudas la más dura de todas, y al mismo tiempo, la más intensa y la más real.
He vivido en primera persona la enfermedad, la suciedad, la pobreza y el dolor; pero sobre todo he vivido la humildad, la hospitalidad, la cercanía, la amistad, el cariño, la ilusión y la felicidad.
He conocido la vida tal y cómo es, una experiencia real en la que los valores cobran sentido y lo material se vuelve insignificante y absurdo.
Senegal es un país que ofrece confianza y calor, que coloca cada cosa en su sitio, y que ayuda a restablecer el orden de prioridades de la vida.
En este país los niños parecían conocerme casi tan sólo con mirarme, se acercaban a mi y me mostraban su confianza aceptando mi mano cuando yo se la tendía.
Te piden compañía. Tan sólo una mano que les guíe a lo largo de los caminos de barro sobre los que ellos caminan descalzos.
No son infelices, ni mucho menos. Están hechos a su vida, a sus condiciones y sus posibilidades. Viven la vida intensamente, con ilusión. Viven el momento, cada segundo en su segundo.
Son ajenos a la realidad europea y eso les hace felices. Les hace más humanos.
En Senegal el trabajo es necesario y el esfuerzo es el único modo de vivir día tras día. Las cosas se valoran, y la escala de valores se ajusta a la realidad.
En Senegal sólo existe una universidad, una única universidad en todo el país. Son afortunados los jóvenes que pueden estudiar.
Allí la familia es enrome y lo es todo. Trabajan con quienes viven y viven con quienes trabajan. Todos aportan algo al grupo, todos enseñan y todos aprenden. Los mayores son respetados, pues en África se dice que cuando un anciano muere, una biblioteca arde.
Los olores allí son fuertes. Eso es porque apenas pueden permitirse una vida tan higiénica como la europea. No existe el servicio de recogida de basuras, y la basura se acumula por las calles, por las esquinas, mientras se pudre. Senegal huele muy de vez en cuando a basura y sudor; y es que nada más llegar de nuevo a España lo que más me impresionó es que aquí las cosas no huelen a nada, todo es inerte, nada conserva su olor. Las cosas huelen a la fragancia que el fabricante ha elegido; pero no conocemos su auténtico olor.
En Senegal el calor es asfixiante, pues aunque no se alcanzan altísimas temperaturas, la humedad es muy alta y el calor se hace duro y pesado. Es imposible no sudar en todo momento.
Sudor y basura... No podíamos pretender oler bien!
Vivir 17 días en Senegal me ha enseñado que los humanos viven en torno a sus posibilidades, y es increíble la capacidad de adaptación del hombre. Somos felices según nuestras necesidades. Si no tenemos nada y necesitamos muy poco, con poco que tengamos somos felices.
Ésta experiencia también me ha enseñado que los sentimientos humanos son universales. Que lo que hace daño, huele mal o es desagradable, lo es en cualquier lugar del mundo, pero tan sólo algunos se ven obligados a vivir cercanos a ello.
Senegal también me ha enseñado que el hombre es avaricioso por naturaleza, y cuando ve algo, lo quiere. Por eso es tan importante mantener la cultura y los valores de la región en la que se trabaja, puesto que europeizar una región subdesarrollada lo único que puede producir es un crecimiento de avaricia y egoísmo.
No necesitamos todo lo que los anuncios de la tele y las revistas nos quieren hacer ver. No necesitamos un mundo consumista y derrochador, lo único que realmente necesitamos es un cambio de conciencia, un auténtico cambio de valores.
Ahora recuerdo a un niño que se agarró de mi mano y caminó junto a mi durante más de hora y media. Mirándome, sin hablar. Cantando cuando yo cantaba, o tratando de imitar las palabras que yo decía.
Su camiseta era azul, sucia, grande y rota. Sus ojos grandes y sinceros. Su chancla derecha rota. Su mano me agarraba con energía y cariño. A los dos nos dolió despedirnos. Nos había dado tiempo a querernos.
Por las noches, cuando estoy en mi cómoda cama a punto de dormirme pienso en él, en qué estará haciendo. En qué parte del poblado estará, si estará lloviendo o si estará cansado. Si podrá dormir sobre un colchón o si el día de mañana podrá estudiar en la única universidad del país (bastante improbable). No me gustó dejarlo allí. Me pregunto qué hice yo para merecer vivir aquí.
Ah... no! Que no hice nada.
con que ong fuiste a senegal?
ResponderEliminarmuy bonito julia! que suerte poder haber ido... me gustaria tanto repetir...!
ResponderEliminarme ha encantado tu blog, me pasare por aqui mas de vez en cuando :D
Silvia de mrs ;)
Calor humano a raudales se desprende en este magnífico blog que inunda los sentidos con mucho sentido ético y estético. Felicidades, ¿con que organizaciones colaboras?
ResponderEliminarMe alegra mucho que te guste!
ResponderEliminarFui a Senegal con un programa de la Comunidad de Madrid llamado Madrid Rumbo al Sur, y a día de hoy soy miembro de la "Fundación de Jóvenes para la Cooperación - MRS"
Encanta de conocerte :)
Igualmemte Julia, que nada te detenga. Salud
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