La mutilación genital femenina es la ablación total o parcial de los órganos genitales externos femeninos, que se realiza a niñas en numerosas poblaciones de África, Asia y Oriente Medio. Sólo en el continente africano, cada año tres millones de mujeres y niñas la padecen.
La mutilación genital es un atentado contra los derechos humanos que ya han padecido más de 130 millones de niñas y mujeres en todo el mundo. Existen varios tipos de mutilación: el corte total o parcial del clítoris; la mutilación del clítoris y de los labios menores; y la infubilación, la práctica más agresiva, que conlleva la extirpación del clítoris y el cierre casi total de los labios mayores y menores de la vulva, que son cosidos con materiales como hilo de pescar, o alambre.
La operación, que se realiza sin anestesia y con materiales rudimentarios, como puede ser una hoja de afeitar o el cuello roto de una botella, pone en serio peligro la vida de la niña, además de provocarle trastornos físicos y psíquicos que soportará toda su vida.
La mutilación genital es un atentado contra los derechos humanos que ya han padecido más de 130 millones de niñas y mujeres en todo el mundo. Existen varios tipos de mutilación: el corte total o parcial del clítoris; la mutilación del clítoris y de los labios menores; y la infubilación, la práctica más agresiva, que conlleva la extirpación del clítoris y el cierre casi total de los labios mayores y menores de la vulva, que son cosidos con materiales como hilo de pescar, o alambre.
La operación, que se realiza sin anestesia y con materiales rudimentarios, como puede ser una hoja de afeitar o el cuello roto de una botella, pone en serio peligro la vida de la niña, además de provocarle trastornos físicos y psíquicos que soportará toda su vida.
Rebeccah Naisito es una adolescente masai que, con sólo diez años, logró escapar de su destino. Su familia quería someterla a la mutilación genital femenina para poder casarla con un hombre de 75 años. Sin embargo, ella, que ya había visto padecer ese sufrimiento a otras mujeres de su familia, huyó y cambió su destino. Hoy tiene 16 años y luchar por concienciar a su tribu de que, a largo plazo, la educación de las niñas aporta más recursos económicos que un matrimonio temprano.
Rebeccah ama y respeta su cultura, su aldea y su gente, pero no aceptó sufrir lo mismo que había visto padecer a sus hermanas y primas. Puso en peligro su propia vida, huyó de su aldea y durmió varios días en medio de la sabana al enterarse, con 10 años, que su padre la había comprometido con un señor 65 años mayor que ella. Ese matrimonio concertado conllevaba su mutilación genital, la obligación de mantener relaciones sexuales a su corta edad con un anciano, además de abandonar su casa, su familia y el colegio para dedicarse a tareas domésticas.
En caso de que su marido muriese a los pocos años del casamiento, Rebeccah se convertiría, de por vida, en "esclava" de su familia política. Ante esta situación, Rebeccah huyó, siendo rescatada por la ONG keniata Tasaru Ntnomonok donde, desde hace seis años, recibe atención sanitaria y psicológica, educación social, sexual y planificación familiar.
En caso de que su marido muriese a los pocos años del casamiento, Rebeccah se convertiría, de por vida, en "esclava" de su familia política. Ante esta situación, Rebeccah huyó, siendo rescatada por la ONG keniata Tasaru Ntnomonok donde, desde hace seis años, recibe atención sanitaria y psicológica, educación social, sexual y planificación familiar.
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